quinta-feira, 26 de agosto de 2010
Paráfrasis donjuanina
La situación es clara y relativamente simple. Los obstáculos son cuatro. El primero es cada uno de nosotros aquí presentes, hasta que cada uno no consiga sacarse un poco el sí mismo de encima no podemos ir ni a la esquina. Para los que quieren quedarse acá todo bien, cada uno sabe los motivos de su decisión personal y yo no quiero convencer de nada a nadie. Hablándoles entonces apenas a los que finalmente decidan venir, o que les interese, decía que para largarnos y partir tenemos que bajar nuestra concentración en nosotros mismos de manera importante. No hablo de entrar en el Nirvana universal, pero por lo menos darnos menos importancia. Considerarnos, cada uno, uno más. Incluso para nosotros mismos. Ya cuando estemos en camino y pasen las horas nos va a dar miedo, que es el segundo obstáculo. Miedo de morir, un poco, pensando también en los otros, en los que nos importan. Miedo del sufrimiento. Miedo de hacer sufrir. Si superamos el miedo, o negociamos de alguna manera con él, el camino se hace más fácil y vamos a comenzar a tener conciencia del camino recorrido. Ya vamos a estar en zonas más altas, vamos a tener más visión. Es el tercer obstáculo. Hasta que no paremos de disfrutar la maravillosa claridad con que veremos y recordaremos el camino recorrido, nuestra inédita capacidad de análisis y empatía, no volveremos a concentrarnos para seguir avanzando. Si conseguimos ponernos serios, reagruparnos, y volver a seguir camino, habremos superado todos los obstáculos superables. El cuarto obstáculo es la muerte y esa más tarde o más temprano nos va a superar, a cada uno de los que venga, a donde quiera que hayamos decidido dirigir nuestros pasos.
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