domingo, 3 de junho de 2007

Oficio I (entrevista nocturna)

El periodista, quizás por pereza o modestia, pidió anoche al artista que él mismo describiera la obra premiada. El artista respondió, textualmente:
Uy, qué compromiso, normalmente son los demás quienes describen mi obra, no yo mismo. A ver si me sale. Esta obra, como ves, parte de una tabla de madera, una tabla gruesa, curtida, vieja. Esa tabla formaba parte de un banco de carpintero. El carpintero se llamaba Miguel, era mi vecino, y trabajaba día a día en su carpintería apenas ganando el dinero para alimentar su familia. Miguel era italiano, su gran ilusión era que un día los trámites de su jubilación italiana terminaran y le enviaran una buena cantidad de euros que le correspondían. Mientras tanto vivía modestamente, esforzándose por no volver a caer en el alcohol, que tanto daño le hiciera. La jubilación llegó al fin, con mucho retraso, tanto que Miguel había muerto unos meses antes, y llego un buen dinero sin duda que los hijos se apresuraron a agotar. Lo primero que hicieron fue demoler la carpintería, que era nada más que una precaria construcción de madera, para agrandar la casa y agregarle un coqueto quincho con parrilla. De esa demolición rescaté esta tabla, gastada y sucia, que es la base de esta obra. La tabla simboliza, creo yo, la vida humana, la esterilidad del día a día, las culpas viejas y verguenzas acumuladas, las traiciones sufridas y ejercidas, el deterioro del cuerpo, las victorias ínfimas que son derrotas. Sobre esta tabla quise basarme y hablar de construcción, por eso aparece sobre ella, como primer elemento, un ladrillo. Como ves, no está en el borde izquierdo, está a una distancia. Esa distancia quizás simbolice el período de gestación, de reflexión creativa. En algún momento pensé que la obra terminaba así, un final abierto y constructivo, dejando el resto de la tabla en suspenso, pero aparecieron otros elementos. Quizás era una obra demasiado optimista para mi naturaleza. Más a la derecha, en un hueco tal vez de un antiguo nudo de la tabla, un nudo que Miguel extrajera por necesidad o por tedio, apoyé un huevo. Un huevo de gallina. Un huevo que, como todo huevo, es misterioso. Puede ser fértil, o no, y con el tiempo debe de haberse ido momificando. Ese huevo es un misterio desecado, es una tentación desagradable, es una curiosidad insana. La obra termina con dos objetos más, muy juntos y casi en el extremo derecho de la tabla. Están juntos porque aparecieron juntos y quisieron permanecer juntos. La obra no trata de la soledad. La obra permaneció, inconclusa, acechante podemos decir, varios meses en mi atelier. Un día sentí que tenía que volver a ella. Tomé un banquito y fui al rincón donde sabía que estaba esperándome. Al sentarme vi que alguien, tal vez una de mis modelos, o uno de mis alumnos, había dejado, allí donde los ves, ese bollito de papel de alfajor y esa lata vacía de gaseosa. Estos elementos, con sus brillos metálicos, con su intención exhausta de cosas cuyo propósito ya fue cumplido, complementaban la obra, la culminaban. Eso sería todo, reconociendo desde luego la impecable iluminación de Thayna India, desde acá si estás escuchando te digo que te quiero, Thayna, y sos simplemente excepcional.

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