domingo, 9 de maio de 2010
En mi planeta (3)
La primera pregunta que me hizo M cuando lo supo fue si tenemos alguna diferencia anatómica. M es muy lógica y sensata. Yo creo que nada significativo, le dije. En seguida me preguntó de nuestros sexos y las relaciones sexuales, la reproducción, y esas cosas. La mecánica es igual, somos varón y mujer y tenemos hijos igual que los humanos. Vivimos en pareja, nos casamos, formamos familias. Los detalles legales que difieren no interesan. Y hay homosexualidad también, como aquí o muy parecido. Los vínculos varón-mujer son sin embargo diferentes, bastante diferentes. Cada mujer casada tiene Su hombre, cada hombre casado tiene Su mujer, pero esa especie de posesión o de entrega es menos sexual que aquí. Estos temas ya aprendí que son medio delicados de tratar con humanos, siempre llevan a malentendidos. Por decirlo de alguna manera, nosotros llevamos menos contabilidad del sexo. Es una actividad más. Importante pero una más. Ahora que estoy más entrenado en el método científico no puedo dejar de encontrarle explicaciones fisiológicas. Nuestras mujeres son bastante más ávidas sexualmente que nuestros varones. M se sorprendió al oirlo, pero allá es así desde siempre. Y nuestra genética, quizás por ese motivo o justamente como causa de él, habría que pensarlo, hace que nazcan bastantes más varones que mujeres. Más del doble. El caso de mis sobrinos es típico, por ejemplo. Cinco varones y dos mujeres. Mi único hijo es varón. Pero nació aquí, con una esposa humana que tuve, así que no debería ser incluido en la estadística. El caso es que habiendo más hombres que mujeres, y siendo el apetito sexual femenino mayor que el masculino, sin establecer relaciones de causalidad porque no es mi tema me cabe decir apenas que, si pusiéramos tanto énfasis en la exclusividad sexual como aquí, probablemente saldríamos todos perdiendo. Tendríamos muchos hombres solteros solitarios, muchos hombres casados abrumados, y todas las mujeres insatisfechas. O quizás muy pocos se casarían, no sé. Nosotros no tuvimos la década de 1960, no tuvimos revolución sexual, ni comunidades experimentales, ni poligamia ni poliamory. Los matrimonios son como siempre fueron. Hay menos contabilidad sexual, menos énfasis en la exclusividad, es cierto; pero también hay de todo, cada pareja tiene sus acuerdos, sus ritmos, sus secretos, como aquí. Y hay divorcios también, menos dramáticos y beligerantes, menos depresivos; pero igual de frecuentes.
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