quarta-feira, 9 de dezembro de 2009

Dignidad

Una canción, de mi hijo, me decía.
Hay maneras más dignas de envejecer.
Cada cartel de la vereda, me decía.
Me hablaba a mí. Me conocía.
Perdedor... Comprame perdedor...
Mi ropa hablaba.
Hay pobres con ese reloj.
Mi piel, mi pelo, mi barriga,
mis dientes.
Perdedor. Perdedor.
Mis uñas. Mis pies.
Me hablaban.
Mi aliento. Mi forma de caminar.
Mi casa. Mis muebles. Mi ciudad. Mi lengua.
No me hieren. No los oigo.
Me concentro en la canción.