quinta-feira, 25 de fevereiro de 2010

Optimismo sin sentido

Hoy descubrí un ángulo que nunca había pensado sobre la tristeza. Hay una tristeza que no es muy racional. Digamos que una mujer me deja, me abandona. Una amiga, una amante, una mujer que forma parte de mi vida. Digamos que me abandona porque se enamoró de otro por ejemplo, o porque simplemente se cansó de mí. Entonces viene el impulso de sentirme triste por lo que he perdido. Pero en realidad lo que estoy perdiendo es el futuro. Que nadie conoce. Quizás abandonándome ahora me esté de hecho ahorrando ver nuestra relación amargarse, ensuciarse, cargarse de reverberos negativos y de silencios. Quizás me esté ahorrando verla arrepentida, culpable, queriendo volver el tiempo atrás. Quizás me esté ahorrando algún episodio obsceno y bochornoso. Esas y muchas otras posibilidades son parte de un futuro que ahora nunca ocurrirá. Algunas son menos probables con esta mujer en particular, por cómo ella es. Pero también hay que considerar que no la conozco perfectamente, totalmente. Ya me he equivocado. Entonces, mi impulso de tristeza no debería basarse en una posibilidad sola, la más atractiva, la que me daría más placer. Debería basarse en todas. Cada una con su probabilidad y su riesgo. La tristeza debería calcularse como se calcula un seguro.