sábado, 31 de dezembro de 2011

Tostados

Estoy tomando una ducha en la casa de mi novia. Ella está en el cuarto, aquí al lado, leyendo o mirando televisión, acostada. Hace una hora o algo así me levanté, serían las ocho. Fui a la cocina, puse la pava a calentar agua para hacer café. Pensé que Mariana querría tomar café en la cama conmigo, pero estaba tan dormida. Decidí llevar unos tostados de jamón y queso también. El olorcito la despertaría. Encontré una prensa eléctrica para tostados en uno de los armarios. El cable era bastante corto, tuve que desenchufar el microondas para usar ese enchufe y aún así quedó en un ángulo medio extraño. Pensé en hacer los tostados directo en la sartén, con un poco de manteca. Pero con la prensa iban a quedar sellados, más fáciles de manejar en la cama. Coloqué pan integral, pavita en fetas, queso en fetas y, en cada sandwich, un pedacito rectangular de queso roquefort. Presioné los sandwiches con la mano y los puse en la prensa, y entonces apreté la parte superior sobre ellos, cerrando la prensa como un libro. Los bordes de la prensa eran un poco afilados, como una guillotina, supuse que para cortar los sobrantes y que queden cuadrados perfectos. Me vino el deseo de observar los cuadrados perfectos, como es normal en todo matemático, y levanté unos centímetros la parte superior. Descubrí que los diseñadores de la prensa eran más ambiciosos geométricamente que yo mismo. Había dos bordes adicionales que descendían con la intención de cortar los sandwiches diagonalmente y convertir cada uno de ellos en dos triángulos rectángulos. Estos bordes, al hincarse en el relleno de mis sandwiches, se habían empastado del queso roquefort y, al yo levantar la tapa, levantaron con ellos el pedazo de pan de encima, el roquefort ahora desgranado, y un par de las fetas de queso mozzarella. Volví a cerrar medio espantado, esperando que la prensa mágica de alguna manera consiguiera revertir el proceso de degradación al que yo acababa de asistir. Pensé que tal vez estaba utilizando la prensa de manera errada. Esos bordes debían de calentarse bastante, eléctricamente, y durante el proceso de tostado separarse espontáneamente de los sandwiches. También pensé que debí haber enmantecado la prensa. Pero volví a mi pensamiento anterior, de acuerdo con el cual todo era cuestión de mantener la prensa bien ajustada durante el tiempo necesario y todo se resolvería. Al querer ajustar la prensa noté que el broche de ajuste estaba quebrado y vuelto a colocar en su lugar. Analicé el pedazo suelto, una especie de U metálica. Por sus marcas, ya muchas veces había sido repuesta en su lugar, donde quedaba medio floja y no producía un ajuste firme. Traté de ajustar la prensa con la mano, pero no era posible. Los bordes más externos tocaban entre sí antes de que muchos de los bordes cortantes pudieran encontrarse y terminar de cortar los sandwiches. Hice un simbólico esfuerzo apretando la prensa inútilmente con mi mano, y luego la dejé librada a su calentamiento eléctrico para ocuparme del café. Después del mínimo tiempo necesario para preparar dos cafés instantáneos (el de ella con leche baja en lactosa), decidí que era hora de revisar los tostados, porque quemados sería todavía peor. Desenchufé directamente la prensa porque no pude encontrar un botón de on/off. Cautelosamente levanté la parte superior, dispuesto a maravillarme. Pero no. Los bordes cortantes se separaban uno del otro arrastrando partes del pan y del relleno, exponiendo a mis ojos las vísceras humeantes de dos tostados cuyo queso ahora derretido comenzaba a desbordar hacia el granito de la mesada. Cerré nuevamente la prensa como en un acto reflejo. La viscosidad del queso aumentaría si lo dejara enfriar un poco. Tampoco podía dejarlo enfriar mucho, porque un tostado frío no tiene mucho sentido y no despediría el olorcito con el cual esperaba despertar a Mariana. En ese momento entró Silvia, la empleada que está en la casa todos los días de las ocho y media a las tres. Ella, siendo brasilera, habla en portugués. La conversación fue algo así como: - Bom dia, senhor Gustavo, está preparando café? A Mariana está no quarto? Quer que eu ajude com alguma coisa? - Está no quarto, sim, Silvia. Eu preparo o café, não tem problema. Eu tinha uma dúvida... Como é que desgruda o sanduíche dessa sanduicheira? Sabe? - Ai, senhor Gustavo, gruda mesmo, não tem como. Quer que eu faça sanduíche para vocês? Deixe comigo. - Obrigado, Sílvia, mas não precisa, já estou acabando. El tiempo de enfriamiento del queso ya había transcurrido. Me muní de un cuchillo Tramontina de serrucho y me dispuse a una maniobra rápida: Debía despegar el alimento de los nueve bordes cortantes antes de que el queso chorreara a la mesada. Abrí la prensa y procedí. Estaba caliente y algunos ajustes que hice manualmente me costaron un par de quemaduras. Una parte del pan y del relleno quedaron allí, adheridas a los bordes, sacrificadas en pos de la rapidez y de la integridad del resto de los tostados. Acabé con cuatro triángulos decentemente rectángulos, deficientemente sellados, de cuyas puntas brotaban algunos hilos de queso, afortunadamente pocos. Una tarea prolija requería limpiar la prensa y volver a guardarla, pero estaba muy caliente para siquiera intentarlo. Conversé un poco más con Silvia. - E a sanduicheira, é fácil de limpar? Agora vou deixar esfriar um pouco e tomar café com a Mariana, mas depois eu limpo. - Então, senhor Gustavo, acho melhor eu limpar, se você me permitir. O queijo e o pão que ficam grudados, viu, que se faz como uma pasta queimada, só sai com uma esponjinha metálica que eu tenho. Tem que passar a esponja com paciência para ir amolecendo o resíduo, e depois quando estiver bem molinho tirar com uma escovinha de dentes velha que eu guardo para isso. Deixe isso comigo que eu faço. Pensé lo que mi hijo Lorenzo diría de los diseñadores de aquella prensa de tostados. Él se enoja tanto con esos aparatos que dan más trabajo del que evitan. Acomodé los triángulos simétricamente en un plato sobre la bandeja, verifiqué que los cafés todavía estaban calientes, y fui para el cuarto. Tal como había previsto, mis movimientos, sumados al aroma a café y tostados, despertaron a Mariana que encendió el velador y se incorporó sonriendo. Me dio un beso y apartó las sábanas para que yo pudiera apoyar la bandeja. Levantó la taza de café y la chocó con la mía en un brindis matinal. Entonces miró hacia el plato. - Fez sanduíche tostado? Que delícia. Viu que legal a sanduicheira que eu tenho? Com ela a Sílvia me faz uns sanduíches ótimos! E nem precisa acender o fogão porque ela é elétrica! Quer que eu dei uma de presente para você ter na sua casa?

quarta-feira, 21 de dezembro de 2011

Antonina (Mariana e Sílvia)

Já era hora de escolher o nome da nossa menina, não é mesmo? E foi assim...

Queríamos que fosse reconhecido como nome nos dois países, que se escrevesse do mesmo jeito em português e em espanhol, que não tivesse acento, que combinasse com os sobrenomes e seria legal se fosse curto e italiano, pois Gustavo é descendente de italianos. Ah, claro, e que tivesse uma história familiar. Não tão trivial essa escolha!

Eram algumas as possibilidades: Eduviges, Josefina, Paola, Ana, Isabela, Carlota, Malena, Pedrita e mais tantos outros. “Dudu” não fez muito sucesso, mas é muito carinhoso e gostoso de falar o apelido... ficará uma lembrança divertida esse nome. Josefina, aceito, mas não chego a gostar. Paola é ótimo, mas depois de irmos a um bar com uma Paola na mesa ao lado com comportamento insuportável, não seria mais possível ignorar o sinal contrário ao nome. Isabela é bonito, mas é o 5º nome mais usado nos EUA ultimamente... Pedrita não é nome na Argentina. Ana está bem, é minha madrinha, é amiga do Gustavo, mas Ana o que? No Brasil, normalmente é Ana Maria, Ana Clara, Ana Lúcia, Ana Luíza,... Só Ana? Talvez. Carlota me lembra Carlota Joaquina, que tinha fama de um caráter extremamente difícil e foi isolada num palácio por tramar contra Dom João... Malena é nome de filme, com uma belíssima atriz, mas ninguém se animou muito com esse nome.

Daí que um dia estava voltando de São Paulo e começou a passar Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore, no DVD do ônibus. Já tinha visto o filme há mais de 20 anos e lembrava que era muito comovente e sensível. Vi de novo... No elenco, estava Antonella Attilli, encenando Maria Di Vita quando jovem (a mãe do Totó). Antonella... Achei o nome bonito: reconhecido como nome tanto no Brasil quanto na Argentina, se escreve do mesmo jeito, é italiano, combina com Cúri Buscaglia, não tem acento... Estava indo bem. Chegando em casa, falei do nome e Gustavo disse: “Antonella deriva de Antonio e o Lo é Lorenzo Antonio”...

Tem associação familiar! Das mais próximas, inclusive. É muito bom! Só não é curto... Virou uma das possibilidades com maior chance de escolha. Num final de semana que o Mau estava aqui em São Carlos, contei desse mais recente nome e ele comentou: “É um nome forte, bonito. Há também Antonina, que é derivado de Antonio da mesma forma e bem delicado. Ou mesmo Nina, que é um dos apelidos para o nome.”

Nina é mesmo uma gracinha, mas é apelido e não nome e também já tenho uma prima com esse nome. Mas Antonina é outra boa opção. E também é nome de uma cidade, no Paraná... Que nem Goya. Está ficando bom!

Lorenzo gostou, Goya e Betty também, principalmente de Antonina, creio. Minha mãe prefere Isabela, mas também acha bonitas as novas sugestões. A Má acha Antonella mais bonito, e gosta de Nina. Meu pai e Juan Carlos dizem que nós que temos que gostar do nome e que para eles o que nós gostarmos está perfeito.

Enfim, intuía que deveria ser Antonella ou Antonina. Seria um dos dois, definitivamente. Mas qual? Eu não consegui me definir e Gustavo já havia combinado comigo que se chegássemos numa lista com mais de uma possibilidade, Lo é que iria escolher. Assim foi... No final de semana Lorenzo teve essa tarefa: escolher o nome da irmã e nos contar qual seria hoje de manhã. E hoje cedo, Gustavo entrou no quarto dizendo: nossa filha chama Antonina...

Antonina Cúri Buscaglia

Essa é a história do nome.... (Mariana)

Antonina! Nome de menina, já muito querida, ansiosamente esperada. Parece que já vislumbro seu rostinho rosado, mimoso, com olhinhos muito vivos, boquinha sedutora, mãozinhas de princesa. Já tem um lugar muito especial no coração desta avó que, com toda a certeza, desde agora, coleciona mimos para entregar-lhe. Que venha a Antonina! Saudável e forte, trazendo muita alegria a seus pais e a todos os familiares. Que possa sentir, desde seus primeiros momentos de vida, todo o amor que temos a oferecer-lhe. (Sílvia)